Siempre me ha resultado extraña esa cercanía que reconozco, existe entre un sector de la sociedad y el actual
senador por la región, Iván Moreira.
Digo extraña pues aunque le
reconozco algunos méritos indiscutibles, como su porfiada vocación política que
le ha permitido desempeñar esta actividad, transformada en su profesión
los últimos 25 años, me sigue resultando paradojal que un político que habita
en otro tiempo y espacio, cumpla una función política acá, en el sur del mundo.
Fuimos condenados sin libertad condicional a 8 años, en fin, el tiempo pasa rápido.
Pero Moreira esta vez siguió raspando
la olla, para aprovecharse de la confusión en que han quedado los partidos políticos y de alguna manera parte
de la opinión pública después de la elecciones del 23 de octubre, y pronunciarse sentenciando que el gobierno ha pagado
la cuenta de sus errores, esto es, que el electorado hizo pagar con una derrota todos
los males que según presume, son exclusividad del gobierno.
Agregó con aire filosofal, que todo ello ha sido culpa de unos malos políticos que según su paranoica versión, han sido los responsables de esta alta abstención.
Probablemente ya comienza a tener
problemas de memoria de mediano plazo, o sencillamente el Senador, quiere
aprovecharse de la ocasión para salir del cuarto oscuro donde al parecer lo
mantienen purgando sus miserias, para asomar su cabeza y dejar en claro que no
sólo respira sino que también es capaz de emitir opiniones, aunque sean tan
destempladas como estas.
Iván Moreira no tuvo miramientos ni
arrepentimientos al involucrar a empleados que trabajaron años con él, en
delitos cuyo único beneficiado fue el mismo.
Les dio trabajo pero la condición
impuesta fue demasiado gravosa para cualquiera: ser imputados y con toda
seguridad condenados por delitos a los que en su condición de dependientes, era
casi imposible negarse.
Lo habían hecho siempre, nunca
había pasado nada.
Este es el mismo Moreira, el que mintió públicamente y
durante meses negando su participación como autor y beneficiario de aportes
irregulares a sus campañas políticas. Terminó entre sollozos pidiendo disculpas
y con una pared en blanco, porque ni siquiera el partido político que le ha
servido de paraguas y blindaje en sus andanzas, quiso prestarle sus emblemas en
aquella triste oportunidad.
Alguna vez le escribí para hacerlo
reaccionar cuando la directiva de la UDI decidió enviarlo a ocupar el cupo que legítimamente
debía disputar el ex diputado Carlos Recondo en esta región. Pero nuevamente, y
con la sonrisa típica que caracteriza a los de su clase, prefirió traicionar al
amigo y traicionarse a sí mismo, permitiendo que un grupo de poder enquistado en la UDI lo ninguneara
y condenara al fracaso.
Ese es Moreira, ese es el Senador
que tenemos en nuestra región.
Y ahora resulta que este mismo
Senador aparece en los medios de comunicación pontificando cual líder espiritual, sobre el bien y el mal, sobre la corrupción que le adjudica sólo al gobierno, y
sobre lo que dijo en las pasadas elecciones el electorado.
Pero en esta obscena historia este Senador no ha estado sólo.
Tiene una cofradía que no entiende nada de
política, ni de doctrina, ni de principios partidarios, ni de respeto a la fe
pública, y que ha terminado siempre por aplaudirle sus ardides.
Se buscan, se reconocen y se reproducen con una facilidad asombrosa.
Sepa señor Senador que este sistema
político añejo y distante de la sociedad, al que usted ha contribuido enormemente con sus reprochables conductas, tiene fecha de vencimiento ,y que
llegada la hora, que esperamos este próxima, el electorado empoderado y organizado lo
ubicará legítimamente en el lugar que siempre debió corresponderle.
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